sábado, 3 de diciembre de 2011

Tranquilidad.


Hay que estar tranquilos
¿por qué o para qué?

Porque para bien o para mal
vivimos en un mundo donde abunda la ignorancia
los seres ignoran de dónde provienen
e ignoran a dónde se dirigen.
No hay certeza absoluta de lo que ha sucedido antes
y no hay certeza absoluta de lo que sucederá después.

Hay que estar tranquilos
¿por qué o para qué?

Porque para bien o para mal
vivimos en un mundo donde el deseo es el motor
para alcanzar el placer y el beneficio.

Beneficio que algunos utilizan
para justificar la explotación,
el daño al entorno viviente, el daño a los demás
incluso el daño de sí mismos.

Hay que estar tranquilos
¿por qué o para qué?

Porque para bien o para mal
vivimos en un mundo donde el rechazo es el recurso
para alejar aquello que disgusta
apartar aquello que molesta
y
combatir lo que esclaviza.

Hay que estar tranquilos
porque siendo ignorantes
no sabemos cuando, sin darnos cuenta,
seremos presas del miedo.

Hay que estar tranquilos
porque deseando el beneficio
podría producirse un perjuicio.

Hay que estar tranquilos
porque al rechazar
podríamos ser presas del odio.

La verdadera tranquilidad consiste
en observar a la ignorancia
como una formación condicionada,
interdependiente, mutable
y carente de un Yo.

De esa manera hay que observar
al deseo y al rechazo.

Formaciones condicionadas,
interdependientes
mutables
y
vacías de un Yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario